La miopía es un defecto de la refracción que se manifiesta cuando los objetos lejanos se proyectan en un punto por delante de la retina, en lugar de hacerlo sobre ella. Como consecuencia, se produce una percepción distorsionada de la imagen y, por tanto, la visión resulta borrosa y poco definida.
Las personas que padecen miopía se caracterizan por alteraciones en las diferentes estructuras del ojo como su curvatura corneal, la potencia óptica de su cristalino (excesiva potencia) o el tamaño de su globo ocular (excesiva longitud).
La miopía es el defecto visual más común entre las personas menores de 45 años y puede presentarse asociada a otros defectos refractivos, como el astigmatismo (astigmatismo miópico) y la presbicia o vista cansada.
El principal síntoma del paciente con miopía es que tiene una mala visión de lejos y, sin embargo, una óptima visión de cerca. Otros síntomas que puede sufrir son fatiga visual, dolor de cabeza, dificultad para concentrarse, sequedad/picor permanente de los ojos, etc.
La miopía puede avanzar durante esta etapa de intenso desarrollo del cuerpo. Por lo general, la miopía tiende a estabilizarse a partir de los 20 años, aunque dependerá de cada caso particular.
Avance de la miopía en la adolescencia
La miopía afecta cada vez más a los jóvenes, según el informe “La prevalencia de la miopía entre los jóvenes de España, 2018” realizado por la Asociación Visión y Vida. De hecho, en la actualidad, 6 de cada 10 padecen este defecto refractivo. Este dato supone que más de la mitad de los jóvenes en edad escolar (principalmente, mujeres) tiene dificultades en su visión lejana. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha descrito este trastorno visual como una pandemia que afectará cada vez más a este grupo de edad.
Dicho informe revela que los jóvenes nacidos entre los años 2000 y 2005, que pertenecen a la llamada generación de nativos digitales, presentan media dioptría de miopía más que los jóvenes de la generación anterior a su misma edad. Una de las principales causas que apuntan los expertos es la exposición a los dispositivos electrónicos como teléfonos móviles, ordenadores, tablets, consolas, etc. Una de las consecuencias de esta utilización intensiva es el sedentarismo, puesto que se reduce significativamente el tiempo que los jóvenes dedican a estar en ambientes con luz natural.
Los cambios tecnológicos de los últimos años y los comportamientos sociales que llevan aparejados parecen haber influido en esta alta tasa de miopía entre los jóvenes. El problema surge porque la miopía es una patología que puede asociarse a otros trastornos visuales más graves, como el desprendimiento de retina o el glaucoma, que pueden desarrollarse en edad adulta.