El astigmatismo es un defecto de la refracción que provoca una visión borrosa y distorsionada, tanto en la visión cercana como en la lejana, y que se manifiesta cuando las imágenes se enfocan en varios puntos de la retina. Por el contrario, en los ojos emétropes (sin graduación), las imágenes se enfocan en un único punto de la retina.
Las personas que padecen astigmatismo se caracterizan por alteraciones en su curvatura corneal, es decir, su córnea presenta una curvatura irregular, en lugar de ser simétrica.
Esta anomalía visual no siempre se presenta de forma aislada, ya que en muchas ocasiones va asociada a la miopía o hipermetropía.
Al igual que la miopía y la hipermetropía, el astigmatismo puede estar determinado genéticamente. También es posible que se presente tras un traumatismo, lesión o enfermedad, o como secuela de una operación ocular.
El astigmatismo es el tercer problema visual más común entre los españoles (por detrás de la miopía y la presbicia o vista cansada), puesto que más de una cuarta parte de la población lo padece.
El principal síntoma del astigmatismo es una visión borrosa y distorsionada de los objetos cercanos y lejanos, así como la dificultad de percibir pequeños detalles a todas las distancias.
Cuando el astigmatismo aparece asociado a la hipermetropía, es habitual que el paciente presente síntomas como fatiga visual, enrojecimiento, picor y escozor de ojos, mareos o dolor de cabeza ocasional, debido al sobreesfuerzo que realiza el ojo para enfocar las imágenes.
Los síntomas que el paciente puede percibir son diferentes según su edad, tipo de astigmatismo o graduación. Sin embargo, en los casos leves es posible no detectar ninguna señal de astigmatismo.