Son obstrucciones totales o parciales de los vasos sanguíneos de la retina que dificultan el flujo de la sangre a través de ellos. Según la localización de estas obstrucciones, se pueden diferenciar dos tipos: oclusiones en la vena central y oclusiones en la rama venosa, que es la zona donde se cruzan arterias y venas.
En el caso de las oclusiones venosas, el retorno venoso se ve interrumpido y se acaba originando un encharcamiento de la zona retiniana. Este tipo de obstrucción suele deberse a la presencia de un trombo, por lo que cualquier enfermedad que favorezca la formación de trombos puede contribuir a esta patología ocular.
En el caso de las oclusiones arteriales, la principal consecuencia es la falta de riego sanguíneo del tejido de la retina, que deja de recibir un aporte adecuado de nutrientes, especialmente de oxígeno, lo que puede conllevar un infarto (isquemia). Es importante tener en cuenta que, a veces, la obstrucción arterial viene provocada por un trombo que procede de otra parte del organismo.
La diabetes, la hipertensión, el colesterol y el consumo de tabaco, así como las enfermedades cardiovasculares que favorezcan la formación de trombos, constituyen los principales factores de riesgo de estos accidentes cardiovasculares.
La oclusión venosa de la retina representa la afección vascular más frecuente que causa pérdida de visión después de la retinopatía diabética. Ocurre en la edad adulta y suele afectar a hombres y mujeres por igual.
Las obstrucciones venosas y arteriales en la retina provocan una disminución o pérdida visual repentina e indolora. Según la zona de la retina en la que se localizan, esta patología puede cursar asintomática para el paciente.
El grado de afectación de la visión dependerá de si se trata de una oclusión venosa o arterial. En este último caso, las obstrucciones provocan un infarto del tejido y, por tanto, una pérdida irreversible.
Otro factor determinante es el calibre del vaso obstruido. La alteración visual que puede sufrir el paciente difiere notablemente cuando la obstrucción se localiza en la vena central o en un vaso periférico.
Por último, si la zona central de la retina (la mácula) se ve implicada en esta complicación vascular, la pérdida visual será todavía mayor, aunque se trate de una oclusión arterial o venosa leve.
Si bien esta sintomatología es casi imperceptible en una fase muy inicial, en un corto plazo de tiempo puede agravarse y llegar a ser irreversible. Por este motivo, es fundamental identificar y gestionar eventuales complicaciones cuanto antes.
La aparición de estos síntomas debe conducir al paciente a solicitar cita con el especialista en retina a la mayor brevedad posible. La realización de un examen completo le permitirá diagnosticar si existe una obstrucción de arteria o de vena, valorar el alcance del daño en la retina y determinar el tratamiento a seguir.